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El discurso negacionista reapareció en el inicio de la campaña como estrategia electoral
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Intelectuales y analistas de la opinión pública coincidieron en que ese tipo de manifestaciones busca “réditos políticos en proyectos que captan sin tapujos un núcleo duro y consolidan votos que suman a las expresiones más moderadas del mismo espacio”.
La reaparición de expresiones negacionistas del Terrorismo de Estado en el arranque de la campaña electoral abrió otra vez el debate sobre las motivaciones por las que precandidatos que compiten en las urnas emiten dichos que contrastan con acuerdos sociales extendidos desde la recuperación de la democracia, como los valores de Memoria, Verdad y Justicia, o el número de los 30 mil desaparecidos.
Luego de que el precandidato a diputado nacional de Juntos por el Cambio Ricardo López Murphy negara la cifra de los 30 mil desaparecidos, intelectuales y analistas en opinión pública coincidieron en que ese tipo de manifestaciones busca “réditos políticos en proyectos que captan sin tapujos un núcleo duro y consolidan votos que suman a las expresiones más moderadas del mismo espacio”.
“Estos discursos reaccionarios cuestionan solapadamente la lucha de los organismos de derechos humanos, que identifican con sus opositores políticos y, por elevación, tienden entonces a desacreditarlos”, evaluó por caso el politólogo Pablo Vázquez en diálogo con Télam.
También la asesora presidencial y socióloga Dora Barrancos, desde un enfoque recostado en lo electoral, planteó que con los discursos negacionistas “algo se pesca de ahí” a la hora de buscar apoyos en las urnas, ya que ese tipo de posiciones públicas pretenden atraer “un electorado que busca resignificar el pasado, justificando e intentando resignificar” la memoria social de la dictadura cívico-militar.
“Este agitar (de posturas que contradicen consensos en materia de Derechos Humanos) tiene que ver con buscar a una parte de ese electorado, al que se quiere atraer, y ahí aparece un intento de justificación de lo injustificable”, remarcó Barrancos.
Dora Barrancos: “Aparece un intento de justificación de lo injustificable”.
En sentido similar se pronunció el escritor y periodista Mempo Giardinelli, para quien la adopción de posturas negacionistas en el debate público está asociada a una estrategia de búsqueda de “rédito electoral” por parte de un determinado espacio político, que se dirige a “los sectores más retardatarios de la sociedad”.
En diálogo con Télam, Giardinelli añadió que ese discurso cuasi-‘procesista’ “delata la pobreza conceptual de esta gente”, al referirse no sólo a la frase de López Murphy sino también a manifestaciones como los tuits de la precandidata de JxC Sabrina Ajmechet, ligada a Patricia Bullrich, quien describió el secuestro y desaparición de los estudiantes de La Noche de los Lápices como “un operativo contra un grupo montonero”.
El lunes pasado, López Murphy cuestionó la cifra de los 30 mil desaparecidos: “No creo en ese número, yo creo lo que dijeron Darío Lopérfido y Graciela Fernández Meijide”, provocó el exfuncionario de la Alianza en una entrevista televisiva en la que incluso llegó a decir que “ese número (los 30 mil) se originó para llamar la atención de los europeos”, y que fue “artificialmente inflado”.
Las declaraciones del exministro de Economía, junto a otras expresiones negacionistas del Terrorismo de Estado realizadas por representantes de la oposición, derivaron el martes pasado en la presentación en el Senado de un proyecto de ley que promueve la penalización de este tipo de posiciones públicas.
Sobre las manifestaciones que niegan o relativizan los crímenes imprescriptibles del Terrorismo de Estado, Vázquez consideró que esos dichos se pronuncian “por oposición del proyecto político” del adversario, ya que quienes las profieren “buscan generar una reacción en contra de la identificación que pueden tener partidos como el Frente de Todos o el kirchnerismo con la lucha por los derechos humanos”.
“El negacionismo del Terrorismo de Estado patentiza lo reaccionario”PABLO VÁZQUEZ
“No importa lo que se dice porque no hay penalidad. Este efecto es impulsado además por las redes (sociales), donde se puede decir cualquier cosa con tal de ser tendencia. En lo político, y en campaña, esto busca ser replicado por un referente, en este caso López Murphy, y reproducido en un medio tradicional como puede ser la televisión”, describió el politólogo.
“El negacionismo del Terrorismo de Estado patentiza lo reaccionario, y (los dirigentes que lo promueven) lo hacen en plena campaña porque, si bien ese discurso capta un ala dura, esos votos se sumarán luego a las alas más moderadas que en Juntos por el Cambio tienen su expresión en María Eugenia Vidal y en Horacio Rodríguez Larreta”, agregó Vázquez.
Y para completar el análisis, concluyó: “Lo cierto es que a la hora de contabilizar los votos todos van al mismo lado”, puntualizó y aseguró que a esos sectores políticos les “reditúa cuestionar a los 30 mil (desaparecidos) porque eso implica cuestionar la labor que, por ejemplo, tuvieron en su momento el expresidente Raúl Alfonsín y, desde hace unos años, el kirchnerismo”.
Memo Giardinelli: “Este tipo de discurso delata la pobreza conceptual de quien lo emite”
Por su parte, Barrancos, doctora en Historia e investigadora del Conicet, sostuvo que con la ola de declaraciones que buscan confrontar con el discurso de los organismos de Derechos Humanos “las derechas están trayendo a superficie una convocatoria a la reinterpretación del pasado, para concluir en que ‘la dictadura no fue tan feroz’”.
“En la discusión de los 30 mil están discutiendo una recalificación del pasado dictatorial. En campaña lo hacen porque hay una parte de la población argentina que va en el mismo sentido”, advirtió e indicó que, si bien “no todos se animan a expresar” ese tipo de posturas, muchos lo hacen “en búsqueda de un electorado con afinidad hacia esos repertorios”.
Proyecto de ley
Más allá de las indagaciones intelectuales sobre el resurgido negacionismo, la sucesión de declaraciones que relativizan o justifican la dictadura cívico-militar llevó a que el senador nacional Alfredo Luenzo (Chubut somos Todos) presentara el martes pasado un proyecto que establece sanciones penales a quienes tengan conductas negacionistas y/o apologistas del genocidio y de crímenes de lesa humanidad.
La iniciativa lleva la firma de Luenzo y ya fue girada a la Comisión de Justicia y Asuntos Penales de la Cámara Alta, que encabeza el senador Oscar Parrilli (Frente de Todos-Neuquén).
Sobre la propuesta de fijar penas a ese tipo de manifestaciones, Giardinelli subrayó que “así como ahora parece moda política practicar el negacionismo en boca de resentidos y autoritarios”, el Estado “debiera estar atento por si se pasan de la raya de la democracia y la paz, para, en tales casos, denunciarlos por apología de la violencia”.
El proyecto de ley en cuestión, caratulado como “Sanción penal a conductas negacionistas y/o apologistas de genocidio y crímenes de lesa humanidad”, modifica el artículo 213 del Código Penal para reprimir “con prisión de un mes a un año el que hiciere públicamente y por cualquier medio la apología de un delito o de un condenado por delito”.
Además, la iniciativa propone reprimir con “prisión de tres meses a dos años o multa equivalente a uno y hasta cien salarios mínimos, vital y móvil” al que públicamente “negara, minimizara, justificara o reivindicara la comisión de los delitos de genocidio, de lesa humanidad o crímenes de guerra contemplados en los artículos 6, 7 y 8 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y en los tratados internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional”.
El proyecto prevé, también, que el carácter de funcionario público sea considerado agravante del delito e incluso establece la “destitución definitiva e inhabilitación especial para ocupar cargos públicos por el doble de tiempo de la condena”.
En sus fundamentos, la propuesta señala que tiene por objeto castigar a quienes nieguen genocidios o crímenes de lesa humanidad incluyendo, obviamente, los cometidos durante la última dictadura cívico-militar.
“Son comportamientos y discursos que niegan determinadas realidades y hechos históricos relevantes, percibidos por la mayor parte de la sociedad como hechos de máxima injusticia”, destaca la iniciativa.

Tras el golpe por la derrota de Jorge Capitanich en el Chaco y cuando Juntos por el Cambio creía que había paralizado el Congreso, una disidencia en su bloque y una fuerte ofensiva de Sergio Massa permitió aprobar el proyecto de ley para que los trabajadores no paguen impuesto a las ganancias. El proyecto, con media aprobación, ya llegó al Senado. Massa pasó a la ofensiva con una catarata de medidas distributivas y los demás candidatos quedaron en pausa. La oposición macrista respondió con su herramienta preferida y la Cámara de Casación reabrió dos causas contra Cristina Kirchner. A su vez, la UNESCO cortó el relato prodictadura de Javier Milei y de su acompañante Victoria Villarruel al declarar Patrimonio Cultural de la Humanidad al sitio de la Memoria en la ex ESMA. La reapertura de dos causas contra Cristina Kirchner para la realización de los juicios orales busca irrumpir con el mismo circo que hicieron en la de Obras Públicas, donde la condenaron sólo por conjeturas. Las dos causas habían sido cerradas por falta de pruebas. Los camaristas confirmaron así lo que había previsto la expresidenta y lo que vienen anunciando los medios macristas. La persecución judicial a Cristina Kirchner forma parte de la agenda electoral de Juntos por el Cambio.
Es otro hito en una campaña a toda vela, como el escopetazo de Agustín Rossi: “¿De qué trabajás, Villarruel?”, le disparó a quemarropa a la candidata a vice de Javier Milei, en un duelo que opacó a los demás candidatos que debatieron. Hasta que cumplió 46 años y entró como diputada, a Villarruel no se le conoce ningún trabajo anterior. Una persona cuyo primer trabajo, a los 46 años, ha sido como política rentada encabeza las críticas a la “casta política”.
Es difícil saber hasta qué punto los debates de los candidatos tienen efecto. Los que están más politizados no cambian. Y los menos politizados están poco enterados. Pero si realmente tienen impacto, el debate de los candidatos a vice demostró la pobreza de propuestas de Luis Petri, el candidato de Patricia Bullrich, y de Villarruel, la compañera de fórmula de Milei. Petri no pudo explicar bien ninguna propuesta concreta de seguridad y Villarruel quedó atrapada en el tema que la llevó a la política, que es la defensa de la dictadura, en la que participaron su padre y su tío.
Rossi, en su papel de candidato a vice de Massa se movió con más comodidad en un escenario que por lo general no favorece a los oficialismos. Los ataques de Petri y Villarruel fueron obvios y esperados, y Rossi retrucó doblando la apuesta. Rossi se mostró enojado cuando Villarruel a los gritos no lo dejó hablar como estrategia para no responder la pregunta incómoda sobre su trabajo. En vez de presentar propuestas, la oposición se plantó en las críticas sabidas al kirchnerismo. Rossi pudo manejar con facilidad esos ataques, aunque en algún momento se dejó llevar por la bronca, y al mismo tiempo fue más propositivo.
La performance de Rossi estuvo asentada en la hiperactividad de Massa, que en menos de una semana pasó a la ofensiva con una poderosa batería de medidas que, en rigor, tendrían que haber sido aplicadas a lo largo de este gobierno sin especular con el disgusto del Fondo Monetario Internacional. O se enoja el Fondo, o se enoja el pueblo. Es la disyuntiva eterna. Quedó claro en las elecciones de medio término en las que se expresó el malestar en la sociedad. La derecha no se hace problema: resuelve esta ecuación a favor del Fondo y con represión al pueblo. Forma parte de su programa y no lo oculta.
La quita del IVA por decreto, los aumentos de suma fija a trabajadores, jubilados y pensionados, el alivio a los trabajadores que ya no pagarán impuesto a las ganancias, la eliminación de las retenciones a economías regionales y otras medidas configuran un paquete que no tiene el visto bueno del FMI, pero es lo que se espera de un gobierno popular. En el caso de Massa, la eliminación del impuesto a las ganancias ha sido siempre uno de sus caballitos de batalla.
Después de una semana de debatir el rechazo cavernícola del mileísmo a los derechos humanos, como si la Argentina hubiera retrocedido al milenio pasado, la UNESCO declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad al sitio de la memoria de la ex ESMA. No tiene sentido que se vuelva a discutir la negación de las atrocidades de la dictadura, como proponen Milei y su candidata a vice, cuando el país es tomado como ejemplo por las políticas de memoria, verdad y justicia que constituyeron el factor más enriquecedor de la transición democrática en el país.
La decisión de Naciones Unidas con esta declaración poco común, ya que está restringida a unos pocos lugares en el planeta, puso las cosas en su lugar. Los trolls que festejaban a Villarruel y Milei en las redes comieron la torta antes de tiempo, lo cual suele ser peligroso en la política.
En el plano internacional, no han sido los únicos problemas de los falsos libertarios. En su discurso del martes en la asamblea general de la ONU, el presidente de Brasil, Lula Da Silva advirtió sobre las amenazas extremistas que surgen sobre las ruinas que dejan los proyectos neoliberales. Lula se refirió a Jair Bolsonaro y de Donald Trump. Pero en el diálogo posterior que mantuvo con el presidente estadounidense, Joe Biden, expresó la preocupación que hay en Brasil de que en Argentina asuma un gobierno de este tipo.
En el Congreso, Milei respaldó el proyecto para que los trabajadores no paguen impuesto a las ganancias y cuatro miembros del bloque de Juntos por el Cambio rompieron la decisión de no dar quórum. El macrismo priorizó frenar la ofensiva política de Massa y se dispuso a evitar su aprobación, a pesar de que en la campaña del 2015 el proyecto formó parte de la campaña de Mauricio Macri. Puso la política por encima de un reclamo sentido por la sociedad.
En esa misma disyuntiva Milei se vio obligado a votar a favor. De una u otra forma, la propuesta de Massa marcó la agenda del debate y arrebató la iniciativa a los otros candidatos. El radicalismo, que ha logrado ganar en el Chaco, Chubut y Santa Fe y gobierna Mendoza, Corrientes y Jujuy, tomó nota de la caída de Patricia Bullrich en las encuestas y empezó a cuestionar la hegemonía del PRO en Juntos por el Cambio. Antes de esos números que colocan a Juntos por el Cambio como tercero —fuera del ballottage– el radicalismo había sido muy dócil con Mauricio Macri. Habrá más expresiones de rebeldía en el radicalismo, como la que permitió la modificación del impuesto a las ganancias,
Muy golpeado por la interna con Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta partió a Estados Unidos y se desentendió de la campaña. En su entorno consideran que se les dio muy poco espacio en el armado y la única participación relevante fue acompañando a Diego Santilli en la provincia de Buenos Aires.
La fragilidad de Juntos por el Cambio fue advertida por Macri, que puso huevos en las dos canastas derechistas, lo que desconcertó a sus seguidores y obligó al ex presidente a expresar a desgano su respaldo a Bullrich. La sensación más extendida es que la alianza conservadora estallará si no entra al ballottage, como cantan las encuestas. Aunque Milei cosecha también votos que vienen del peronismo, cada punto que sube, es un punto que baja Patricia Bullrich.
La disputa es cada vez más entre Milei y Massa, aunque Milei bombardea a Juntos por el Cambio porque de allí se alimenta. La batería distributiva de Massa marcó agenda, le hizo ganar unos puntos e instaló en forma contundente su candidatura. Con esa hiperactividad logró romper la imagen de quietisimo y crecer punto a punto. Espera crecer más a medida que los beneficios de estas medidas lleguen a la gente. Massa se impuso primero pasar el ballottage, y luego será otra batalla, otra campaña.

Este sábado, Cristina Fernández de Kirchner reaparecerá en público por primera vez desde la derrota de las PASO y lo hará en el marco de la presentación de la reedición de un libro llamado “Después del derrumbe”. El texto registra un diálogo entre Néstor Kirchner y Torcuato Di Tella en 2003 que la Escuela Justicialista Néstor Kirchner decidió reeditar, a 20 años de su publicación, con el objetivo de encuadrarlo en el contexto electoral actual, en el que observan el resurgimiento de las mismas propuestas neoliberales que en 2001 llevaron a la crisis. La escuela es un espacio de formación de cuadros políticos que ya había estado presente en un acto de CFK, allá por finales de abril en La Plata, cuando el operativo clamor aún estaba vigente y la vice aprovechó para ratificar que no sería presidenta. Ahora, un mes de las elecciones generales y con Sergio Massa como candidato a presidente, esta escuela de formación justicialista volverá a ser protagonista en el marco de la discusión interna que se está dando dentro del peronismo.
La mesa de coordinación de la Escuela Justicialista Néstor Kirchner le presentó a Cristina Fernández de Kirchner la idea hace unas semanas: querían reeditar la entrevista que el sociólogo Torcuato Di Tella le había hecho a Kirchner en 2003, durante la campaña que precedió su llegada a Casa Rosada, y que ella lo presentara. Ella aceptó y se pusieron manos a la obra. La escuela tenía menos de cinco meses, pero, desde entonces, venía trabajando en la edición de un conjunto de tomos denominada “Los esenciales del Justicialismo” –que incluía cinco de las obras troncales del pensamiento del general Perón– y querían aprovechar, en ocasión de los 20 años de su edición original, para reimprimir la conversación entre Di Tella y Kirchner.
“Era un libro que servía para conocer el pensamiento de Kirchner, que era muy desconocido para el público en general por entonces. Y que Cristina le supo dar una vuelta de rosca con su tesis de la Argentina circular en La Plata, sobre volver a estar en una situación de enorme complejidad y que las únicas soluciones que presentan algunos sectores son las mismas que llevaron a una crisis profunda”, analizó Nicolás Trotta, ex ministro de Educación y uno de los impulsores de la Escuela Justicialista NK, junto al dirigente de La Cámpora y secretario Administrativo de la Cámara de Diputados, Rodrigo “Rodra” Rodríguez, la titular de la DGI (y ex cuñada de Máximo Kirchner), Virginia García, la diputada massista, Mónica Litza, el director de ARBA, Cristian Girard y Claudia Bernazza, del Instituto Patria.
Partiendo del análisis que Di Tella hace en el libro sobre la necesidad de renovación del peronismo, la Escuela Justicialista Néstor Kirchner apunta precisamente a repensar al movimiento justicialista en el Siglo XXI. “No puede ser la imagen nostálgica de lo que fue el Siglo XX porque estamos en una realidad totalmente distinta en términos del contexto nacional y la geopolítica internacional. El peronismo tiene siempre que tener una capacidad para reinventarse y representar las nuevas utopías”, sostiene Trotta, quien insiste en que aquel fue el punto por el cual esta escuela de formación de cuadros políticos se pensó en un primer lugar: pensar la agenda del peronismo de esta época.
“Tenemos que tener en claro que el justicialismo ha vivido un enorme retroceso en términos de representatividad y eso demanda plantearse algunos matices para poder generar un vínculo distinto con la sociedad”, destaca quien fue el ministro de Educación durante la primera etapa del gobierno de Alberto Fernández.
La Escuela Justicialista NK tiene, en ese sentido, tres objetivos en cuanto a la formación de sus cuadros políticos. Primero, una formación integral en términos de la doctrina e historia peronista, así como respecto a los principales debates que hay en la sociedad. Son, en total, unos once cursos virtuales –que van desde “Ambientalismo popular” hasta “Historia de las mujeres en el peronismo” o “Integración del Sistema de Salud”– en los que se inscribieron, hasta ahora, más de 10 mil personas.
Hay, después, una segunda dimensión que refiere a la formación de cuadros en la administración pública. Está dirigido a candidatos o a legisladores y concejales –y sus equipos– que quieran capacitarse en técnica legislativa o derecho administrativo. Y, finalmente, hay una tercera dimensión que refiere a una de las columnas vertebrales del movimiento justicialista: el sindicalismo. El objetivo de la Escuela es también formar cuadros sindicales y se prepara para comenzar a trabajar con delegados y dirigentes de la Unión Obrera Metalúrgica, que incluye clases vinculadas a distintas temáticas relevantes para el ejercicio sindical.
Los docentes son tanto profesores universitarios que dan clases en universidades sobre temáticas vinculadas a la gestión pública, como importantes dirigentes políticos del Frente de Todos. La mayoría proviene de las vertientes más kirchneristas, pero también hay varios referentes del massismo: el senador de La Cámpora, Mariano Recalde, la presidenta del Banco Nación, Silvina Batakis, el presidente del BICE, Mariano de Miguel, entre otros.