El plantel de Barcelona padece por estos días los efectos propios del estrés postraumático, síntomas que, según los especialistas, son desencadenados por haber atravesado una situación aterradora y que, en el caso del equipo catalán, fue la brutal derrota por ocho goles frente a Bayern Munich por la Liga de Campeones.

“No hay circunstancia más terrorífica en el fútbol que perder por una goleada astronómica”, señala el psicólogo platense José María Trippero, que sabe del tema tanto por los libros como por ser un hincha de Gimnasia La Plata que todavía no digiere el 7 a 0 que le propinó Estudiantes a principios de siglo.

“Y si es la hipergoleada en un clásico te jode para todo el viaje, es una situación que paraliza de solo pensarla”, agrega Trippero al borde de quebrarse.

Muchos podrán decir que el partido entre catalanes y bávaros no es precisamente un clásico ya que sólo se enfrentaron 10 veces a lo largo de la historia, pero fueron demasiados goles y sus consecuencias fueron demoledoras para el espíritu de los jugadores barcelonistas que, ahora, padecen recuerdos recurrentes y angustiantes, y terribles pesadillas en las que sueñan que jugadores que se comunican en alemán no paran de hacerles goles (algunos han llegado a contar hasta 65 goles antes de despertar bañados en sudor).

“Si no me despertaba nos hacían 157 goles”, confesó aliviado uno de los referentes del equipo.

“Los síntomas son muchos pero lo que más tememos es la aparición de conductas autodestructivas en el plantel como, por ejemplo, hacerse goles en contra durante los partidos”, confesó un dirigente culé, que también confirmó oficialmente el reforzamiento del gabinete psicológico del club con profesionales de primera línea.

“Pasamos de un experto en psicología motivacional que hacía la plancha a 84 psicólogos todoterreno que trabajan horas extras”, finalizó.

Pero, sin duda, que la principal preocupación del club está centrada en la continuidad de Lionel Messi luego de la reunión que mantuvo con el flamante técnico del equipo, Ronald Koeman (Quique Setién fue despedido y desterrado, y estaría compartiendo el exilio junto con el rey emérito y con Julio Iglesias en República Dominicana).

En esa charla, Messi le confesó al holandés que no se “veía en Barcelona”, que “no veía claro su futuro.

Conocidas esas dudas, los dirigentes se movieron rápido y contrataron a un vidente para que tratara de desentrañar el futuro inmediato de Messi que el propio jugador no ve claro ya que seguramente por efecto del estrés postraumático tiene una visión brumosa y desesperanzada del porvenir.

El adivino al que recurrieron es Manolo El Oráculo de Logroño, un prestigioso futurólogo que cuenta entre sus predicciones haber anticipado la devolución del peñón de Gibraltar (ocupado ilegalmente por Inglaterra) a España.

Si bien la restitución aún no ocurrió, la predicción fue muy bien recibida por la Cancillería española que, de inmediato, dispuso condecorarlo con la Real y Distinguida Orden de Carlos III, además de otorgársele el título de duque de Logroño. “Puede que nos critiquen por apresurados con la condecoración pero confiamos ciegamente en Manolo”, explicó una fuente del ministerio de Exteriores.

Sin embargo, en lo que hace a Messi, el oráculo no pudo determinar qué camiseta tendrá puesta antes de fin de año, ya que si bien para sus predicciones se vale de una bola mágica de alta definición de origen coreano, la baja señal de WiFi en el Camp Nou impidió una correcta apreciación del futuro. “Las imágenes del futuro de Messi llegaban pixeladas y en blanco y negro, por lo que no podemos saber si tenía puesta la camiseta de Barcelona o la de Santos Laguna.

Tampoco podemos distinguir si tiene 33 o 63 años. Estamos trabajando para mejorar la señal”, fue la escueta respuesta de un directivo.

Cómo sigue la vida después de un 2-8 es algo que los jugadores de Barcelona deben resolver apelando a su capacidad de resiliencia y tienen el ejemplo de los jugadores del seleccionado de Micronesia que, después de perder 46 a 0 con Vanuatu, siguieron jugando al fútbol como si nada en el patio del penal de máxima seguridad de Micronesia.

Para ayudar en el proceso el club contrató un experto en motivación que les señaló que el resultado contra Bayern no fue la derrota más abultada ya que en 1931 un plantel azulgrana se comió 12 goles contra Athletic de Bilbao.

De todos modos y como para que no se relajen les recalcó que la derrota “fue humillante, una de las más abultadas de la historia de la institución y un resultado que llevarán sobre sus espaldas por el resto de sus vidas”.

Motivar pero no olvidar parece ser la consigna.