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La historia de Facundo Campazzo: un “toque de magia” y los detalles que forjaron su carrera

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Marcelo Milanesio acababa de colgar las zapatillas del aro, en un gesto triunfal de despedida y con título incluido. Era el 13 de mayo de 2002 y el Polideportivo Carlos Cerutti estaba convertido en una caldera festiva que celebraba el triunfo en la final ante Estudiantes de Olavarría y la mejor despedida de su histórico ídolo. El rito de la vuelta olímpica, los interminables abrazos y el protagonista de la noche que encara por última vez a los vestuarios. En el camino, un niño de 11 años le estira el brazo para el típico choque de palmas entre el hincha y la figura. ¡Plap!

Para muchos, un gesto más. Para Facundo Campazzo, el dueño de la mano que buscó la de Marcelo, un momento inolvidable. “Me pasó la magia”, presumió entre los suyos, sin adivinar un futuro todavía más brillante que de quien acababa de pasarle el “testigo”.

Por entonces, Facundo poco y nada sabía de la NBA. Prefería ir a alentar a Atenas para ver a dos de sus preferidos, los “compadres”, Marcelo y “Pichi” Campana. Mientras, derrochaba su energía infantil en la cancha de fútbol de Defensores Juveniles, donde se perfilaba como un gran marcador central. Tenía talento por herencia de una familia con raíces ligada al deporte. Su madre, María Elena Avedano, había sido campeona argentina de hockey; su padre Ricardo fue futbolista de Martín Ferreyra; su abuelo materno se desempeñó como dirigente de Instituto y su medio hermano Marcelo Santoni (36 años, sobrino del homónimo volante que jugó en Belgrano y Alumni en los ’90) tuvo una carrera de futbolista por Racing, Argentino Peñarol y Defensores Juveniles.

Pero el básquet tocó a su mano. No sólo por esa “magia” transferida por Marcelo, sino también gracias a un grupo de amigos que lo hicieron inclinarse para ese lado, a pesar de que su estatura (hoy 1,79) no era su mejor aliada. “Facu” tenía 13 años y comenzó a alternar el fútbol con el básquet, hasta que un día su mamá –auténtica forjadora del crack– se cansó de estar duplicándose para cumplir con todos los entrenamientos. “Los dos deportes no podés, elegí: fútbol o básquet”. El lector ya sabe cuál fue la respuesta de Facundo. Así, el Club Municipalidad de Córdoba ganó un crack.

El fútbol, Belgrano y Chacarita

“Cuando le avisé al DT de la categoría ’91 que Facundo no jugaría más al fútbol, no le gustó nada”, relata hoy su hermano Marcelo. El entrenador Jorge Antonello no se rindió y le pidió que intercediera para convencerlo de que regresara a Defensores Juveniles. “Me dijo que era el mejor de esa clase y no quería perderlo. Pero yo no podía hacer nada. Facundo jugaba abajo, de 2, pero con ese despliegue típico de él que lo hacía estar como delantero en la jugada siguiente. Era buenísimo, todo le salía bien. Yo creo que si se hubiese dedicado a la abogacía, seguro que hubiese sido mejor que (Fernando) Burlando”, cuenta Marcelo sonriente.

No debe haber sido fácil la decisión de Facundo, porque el fútbol también lo atrapaba. Su padre, Ricardo, es un riojano hincha de Chacarita que luego también abrazó la causa de Belgrano por amistad con un comerciante gastronómico vecino. Por herencia, el futuro base de Denver Nuggets heredó el gusto por esos colores. Le gustaba ir a la cancha, aunque su madre muchas veces no lo dejaba ir y tenía que buscar un “socio” que lo llevara.

Fue a ver varias veces a Belgrano, pero con Chacarita no tuvo mucha suerte: sólo lo vio perder 3-0 con Instituto la primera final de la B Nacional 1998/99, en el Chateau. Pero fue una desgracia con suerte, según narró su hermano. “Su ídolo era ‘el Flaco’ (Jorge) Vivaldo, el arquero, que esa noche se comió dos goles. No sé cómo fue, pero Vivaldo terminó ese día en una iglesia evangélica y ahí fue Facundo con su padre Ricardo a conocerlo”, contó su hermano.

Mamá “Mary”, otra crack

María Elena Avedano cumplió su papel clave para el desembarco de Facundo en la NBA. Fue ella, una auténtica combatiente de la adversidad, la que pudo alimentar el espíritu inquieto y deportivo de “Facu”. De ella, sin dudas, heredó la tenacidad y la fortaleza que hoy traslada al juego.

“Mary” enviudó de Richard Santoni, un empleado bancario y rugbier, con tan solo 23 años y cuando su primer hijo, Marcelo, tenía apenas un año. Su esposo había viajado junto a dos compañeros de San Martín de Villa María, su equipo, para ver en cancha de Ferro el primer triunfo de Los Pumas ante Francia (24-16 el 22 de junio de 1985). Pero en el viaje de regreso, y a poco de llegar a destino, un accidente automovilístico tronchó la vida de los tres jóvenes.

Hubo que reorganizar el hogar y María Elena entró a trabajar al Banco de Córdoba ocupando el puesto de su esposo. Cinco años más tarde conoció a Ricardo, el padre de Facundo, que había sido trasladado desde Villa Huidobro. “Hasta ahí, mi mamá y yo éramos los únicos de la casa, pero rápidamente pasamos a ser seis, porque Ricardo tenía dos hijas y enseguida llegó Facundo”, explicó Marcelo.

Pero la pareja se separó al cabo de unos años y el grupo familiar se redujo a tres personas: Mary y sus dos hijos. Para colmo, se quedó sin trabajo durante un tiempo y debió vender una propiedad para volver a la que había ocupado con su primer marido, en calle Bedoya, de Alta Córdoba. A pesar de todo, nunca les quitó a sus hijos la posibilidad de seguir ligados a la actividad deportiva.

Acompañó a los dos hijos en su vocación deportiva y Facundo, tras la incursión futbolera, recaló en Municipalidad, el mismo club al que ella había defendido como jugadora de hockey. Acompañó su evolución y no opuso reparos a la decisión de este a abandonar el nido con sólo 16 años, seducido por la chance de hacer carrera en Peñarol de Mar del Plata. “Mary” no intentó frenarlo ni a sabiendas de que Atenas lo buscaba por intermedio de Medardo Ligorria, ni tampoco comprendiendo su destino de soledad, ya que Marcelo se había casado seis meses antes para formar su propio hogar. Hace pocos meses perdió a una hermana, pero hoy la vida le devuelve una sonrisa con Facundo. Una gran campeona, sin dudas.

Alcides Moyano, otro personaje

Alcides Moyano era suegro de Marcelo, el hermano de Facundo. No tenía vínculo familiar directo con el futuro base de Denver y apenas compartían algunos momentos juntos durante la semana de las fiestas de fin de año. Pero fue él quien se encargó de hacer de vocero de prensa, anticipando el futuro de oro del jugador.

“Un día le dije, vení a ver cómo juega mi hermano. Me acompañó y a los pocos minutos abrió la boca y me dijo: ‘¡Culiau, cómo juega este chico, la rompe!’”, recuerda Marcelo. Don Alcides había trabajado en la fábrica La Atómica, de energía nuclear, era jefe de almacén, delegado y jefe de prensa del gremio de ATE. También explotaba una agencia de quinielas en Góngora y Rodríguez Peña y contaba con gran experiencia para contactarse con los medios. Estaba convencido de que Facundo era un diamante en bruto que necesitaba conocerse.

“Él creía que ‘Facu’ necesitaba un empujón de prensa, le tenía mucha fe y lo quería ayudar. Se ponía en la tarea de convencer a los diarios para que le hagan una nota”, cuenta Marcelo. Pero Campazzo seguía sin debutar y en la Liga Nacional era un auténtico desconocido. “Mi hermano recién se había ido a Peñarol, todos le teníamos una fe enorme, sabíamos que tenía un don, pero el más eufórico en sus creencias era Alcides y le ponía todo el empeño”, destacó.

El rito repetido de la llamada insistente a La Voz duró un par de meses, en 2008. “Decía que te conocía (por el autor de esta nota, algo que no era verdad) y por eso llamó tantas veces. A mí me daba vergüenza, pero él tomaba el teléfono a fichas que teníamos en la quiniela y pedía que le hagan nota porque el chico iba a hacer historia”, cuenta hoy Marcelo, uno de los propietarios de Vidón Bar, un local adornado por antigüedades y donde el aparato telefónico mencionado tiene un rincón destacado. Don Alcides falleció a los 71 años, en septiembre de 2015, cuando Facundo estaba con la selección en México, clasificándola para jugar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Final feliz

Hoy, los Campazzo, los Santoni y los Avedano están felices por los éxitos sin techo de Facundo. “Con que jugara la Liga Nacional, nosotros ya éramos felices”, asegura su hermano y agrega: “Lo del Real Madrid ya era yapa, imaginate esto. La vida pasa rápido y hay que aprender a disfrutar los momentos. Algo de eso le dije a mi hermano, porque todo pasa rápido. No creo que podamos acompañarlo en el debut, por la pandemia, pero está visto que él se maneja solo muy bien, jeje. Vamos a estar acá, apoyándolo, y cuando se pueda ir, sin molestar, estaremos allí. Este ha sido un año difícil para todos y ‘Facu’ nos regaló una alegría entre tantas pálidas”.

El pequeño gigante de 1,79 metro sigue creciendo. Después de una consagratoria escala en el básquet europeo, seguirá guionando una vida de película en la Meca del básquet con un desafío inmenso por delante. Su viaje hacia el sueño mayor, cargado de glamour y flashes, tiene el impulso de la cuna que no se olvida: la canchita de mosaicos del Club Municipalidad, la misma que le dio alas para volar.

El tatuaje de Marcelo que recuerda el momento en el que Campazzo le hizo frente a DeAndre Jordan, un gigante de la NBA. (Javier Ferreyra/La Voz)

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Marcelo, el hermano de “Facu”, en su bar. (Javier Ferreyra/La Voz)
Mary y los pequeños Marcelo y Facundo: juntos, pudieron contra todas las circunstancias. (gentileza Marcelo Santoni)
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El famoso teléfono con el que Don Alcides hacía “prensa” por Facundo. (Javier Ferreyra/La Voz))
Marcelo, su amigo Carlos, un primo, Mary, la madrina de Facu y una amiga; todos haciendo el aguante a “Facu” en Sevilla, en 2014. (Gustavo Farías)
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Facundo, “Mary” y Marcelo, un núcleo que supo reponerse a todo y seguir siempre adelante. (Gentileza Marcelo Santoni)
“Facu” y Alcides Moyano, su primer “jefe de prensa”. (Gentileza Marcelo Santoni)
Marcelo, su amigo Carlos, un primo, “Mary”, la madrina de “Facu” y una amiga; todos haciendo el aguante a “Facu” en Sevilla, en 2014. (Gustavo Farías)
La familia disfrutando de un momento de reunión, de esos que tanto disfrutan. (Gentileza Marcelo Santoni)
“Mary” y los pequeños Marcelo y Facundo: juntos, pudieron contra todas las circunstancias adversas. (Gentileza Marcelo Santoni)
Marcelo, el hermano de “Facu”, en su bar. (Javier Ferreyra/La Voz)
El tatuaje de Marcelo que recuerda el momento en el que Campazzo le hizo frente a DeAndre Jordan, un gigante de la NBA. (Javier Ferreyra/La Voz)
El famoso teléfono con el que Don Alcides hacía “prensa” por Facundo. (Javier Ferreyra/La Voz))

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Cómo funcionan los tubos de oxígeno que llevó la Selección a Bolivia

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El plantel arribó el domingo a la noche para el partido por Eliminatorias de este martes. Cada jugador se mostró con su tubo personal para contrarrestar la altura de La Paz.

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El Cuti Romero bajó del micro con su tubo personal.

La Selección Argentina llegó este domingo a la noche a Bolivia para el compromiso del martes a las 17, correspondiente a la segunda fecha de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial 2026.

Más allá de la posible ausencia de Lionel Messi, la formación y las cuestiones futbolísticas, el principal objetivo del plantel es minimizar el impacto de los 3.600 metros de altura de La Paz, la capital boliviana.

Es por eso que una de las imágenes que más llamó la atención fue el arribo de cada jugador argentino con su propio tubo de oxígeno. La Selección sabe que no es sencillo predecir cómo puede responder el organismo de cada uno para el encuentro en el estadio Hernando Siles.

En el video se puede ver a Messi, en este momento duda para ser titular en La Paz, descendiendo del colectivo detrás de Cristian “Cuti” Romero. El cordobés ex-Belgrano fue uno de los que portaba un tubo de oxígeno de mano. 

Además, minutos antes, futbolistas como Alexis Mac Allister y Nicolás Tagliafico mostraron el elemento en sus redes sociales. La falta de aire la suelen experimentar aquellos que suben desde el llano, y la idea es aclimatarse lo antes posible.

El plan de los tubos no es nuevo ni único de la Selección Argentina. Por caso, en las últimas Eliminatorias para Qatar el equipo dirigido por Lionel Scaloni utilizó la misma estrategia, y salió bien. El 13 de octubre de 2020, el conjunto nacional venció 2-1 a Bolivia y cortó una racha de 15 años sin triunfos en la ciudad del Altiplano. 

Así son y cómo se usan

Esta vez los argentinos llegaron a La Paz con sus tubos personales, a diferencia de los grandes cilindros que se vieron años anteriores. Permite inhalar a una pureza del 95 por ciento cuando siente la necesidad.

Los tubos de la Selección son de la marca estadounidense Boost Oxygen, que dependiendo del tamaño brindan entre 60 y 200 descargas. De hecho vienen con distintos “sabores”: natural (el que se pudo ver en manos de los futbolistas), menta, pomelo rosado y eucalipto.

Según indica la página oficial del producto, el aire a nivel del mar tiene un 21% de oxígeno y los tubos descargan al menos tres veces más que eso.

Los tubos de oxígeno se utilizan tal cual mostró Mac Allister en sus redes: con la mascarilla debajo de la nariz y cubriendo toda la boca.

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Argentina venció a Ecuador con una perla de Messi en un “Monumental” colmado

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Fue 1-0, en el arranque del torneo clasificatorio rumbo al Mundial de 2026. La Selección inició en forma exitosa su camino hacia la cita ecuménica y vivió una fiesta ante más de 80 mil personas.

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CAPILLA DEL MONTE CLIMA
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